CAJÓN DE SASTRE: Nos lo dijo Dylan, por Raúl Molina - Noviembre 2012



 
“The wind”, de Vladimir Klush

“Ceci n’est pas une pipe”, de René Magritte
“Ceci n’est pas une pipe”.  “¡Qué gracioso Magritte!” Piensas la primera vez que lo ves, pero cuando te pones a reflexionar descubres que ciertamente no es una pipa, sino la representación en un lienzo de un objeto al que por convención llamamos pipa, que bien pudo existir en el mundo de Magritte o bien pudo estar tan solo en su mente, aunque tal distinción sea un poco irrelevante, en el sentido de que tanto en un caso como en el otro el objeto queda filtrado por la subjetividad del artista. A consecuencia de esto, podemos decir que no solo no existe Una/La Realidad, sino que existen tantos modos de entenderla y sentirla como seres con capacidad de percepción hay en el mundo, pero no solo eso, pues tampoco podemos representarla de forma mimética a través de ningún tipo de lenguaje. Al parecer, la mímesis, que tanta fuerza había ganado en el siglo XIX, está en la UVI, y Magritte sabe plasmarlo a la perfección con un simple dibujo y una frase acertada. Hasta la incipiente industria del cine se va a contagiar de estas ideas, tan solo tenemos que echarle un vistazo a El perro andaluz de dos jóvenes artistas prometedores como Luis Buñuel y Salvador Dalí. Todo participa de estas ideas, el arte se hace abstracto, hasta tal punto que Ortega y Gasset llega a hablar de la deshumanización del arte. Sin embargo hay temas artísticos que no cambian mucho, como es el caso de la denuncia social, que suele verse contagiada de intentos de representación que tienden a lo que entendemos por mimético. No hace falta ir lejos para buscar ejemplos, ya que el propio Buñuel recurre a un lenguaje más sencillo para criticar fuertemente las duras condiciones de vida en la comarca extremeña de Las Hurdes a través de un documental rodado allí durante 1932. Siempre que reflexiono sobre este áspero mediometraje me hace “gracia” pensar en Buñuel, representante de la alta cultura europea con sede en París, en medio de esas pequeñas y extremadamente pobres aldeas españolas, rodeado de gentes que no tenían ni idea de pipas, de “magrittes”, de realidades objetivas o subjetivas, de deshumanizaciones del arte ni de nada por el estilo. Entonces me pregunto sobre todo ello desde mi posición privilegiada de ciudadano del mundo occidentalizado, con el estómago lleno y que asiste por las tardes a unas clases en la Universidad de Valencia en la que hablamos sobre lengua y literatura: ¿Qué relación hay realmente entre lenguaje y realidad?, ¿Es necesaria, o  mejor dicho, posible la denuncia social a través del arte?, ¿Cómo hacerlo?, ¿Con qué tipo de lenguaje?, pero sobre todo me pregunto ¿Qué distancia hay entre todas estas ideas y representaciones artísticas y la clase trabajadora?, ¿Hay alguna posibilidad de influir sobre ella? Esto trataré de contestarlo a través de poemas de uno de los grandes de la vanguardia poética, César Vallejo, y de un importante representante de la poesía española de denuncia social[1] actual, Antonio Orihuela. La elección de ambos reside en el parecido entre el poema del peruano “Un hombre pasa con un pan al hombro…” y el del onubense “Y si lo real fueran los movimientos de masas:



César Vallejo

“Un hombre pasa con un pan al hombro”





Un hombre pasa con un pan al hombro
¿Voy a escribir, después, sobre mi doble?

Otro se sienta, ráscase, extrae un piojo de su axila, mátalo
¿Con qué valor hablar del psicoanálisis?

Otro ha entrado en mi pecho con un palo en la mano
¿Hablar luego de Sócrates al médico?

Un cojo pasa dando el brazo a un niño
¿Voy, después, a leer a André Bretón?

Otro tiembla de frío, tose, escupe sangre
¿Cabrá aludir jamás al Yo profundo?

Otro busca en el fango huesos, cáscaras
¿Cómo escribir, después del infinito?

Un albañil cae de un techo, muere y ya no almuerza
¿Innovar, luego, el tropo, la metáfora?

Un comerciante roba un gramo en el peso a un cliente
¿Hablar, después, de cuarta dimensión?

Un banquero falsea su balance
¿Con qué cara llorar en el teatro?

Un paria duerme con el pie a la espalda
¿Hablar, después, a nadie de Picasso?

Alguien va en un entierro sollozando
¿Cómo luego ingresar a la Academia?

Alguien limpia un fusil en su cocina
¿Con qué valor hablar del más allá?

Alguien pasa contando con sus dedos
¿Cómo hablar del no-yó sin dar un grito?





Antonio Orihuela

“Y si lo real fueran los movimientos de masas…”





Y si lo real fueran los movimientos de masas

en automóvil

reguladas por agentes de tráfico.

¿Dónde entonces la lucha de clases?

Y si sufro por los demás,

¿Con qué derecho lo hago y cómo se lo digo?

Y si en vez de luchar

nos duchamos.

¿Para cuándo la limpieza de conciencia?

Y si otros se llenan los bolsillos con tu vida.

¿Para cuándo un roto y un descosido?

Y si el profesional de la política

se mea en la cara de la audiencia.

¿Para cuándo la cistitis del pueblo?

Y en los tiempos malos.

¿Cómo distinguir el sol, la rosa, la gaviota,

la multinacional y el banco

que se esconde detrás de cada cosa?

Y si levantar la cabeza

sigue siendo políticamente incorrecto.

¿Levantar el puño ?

Y si al poner el telediario

sólo me sale una banda tocando

a las barricadas.

¿Llamar rápidamente al 091?

Y si vamos de derrota en derrota

hasta la debacle total.

¿Renunciar ala piedra que llevo en la mano?

Y si los mejores han muerto

y los buenos envejecido.

¿Apuntarme al INSERSO antes de tiempo?

Y si después de todo esto,

aún los movimientos de masas

en automóvil.

¿Abandonar la poesía

como vehículo?

Ya veis,

tengo todas las preguntas.

La cuestión es saber cómo andas tú sin ellas.




Trilce, de César Vallejo
         Para comenzar, podemos afirmar la existencia de un lenguaje poético canónico que todos tenemos asimilado y asentado en nuestra mente. Es curioso que sea muy difícil su definición precisa, aunque sin embargo no lo sea tanto la distinción, pues lo diferenciamos perfectamente de otros lenguajes diferentes y de otras variantes de él, lo que hace que podamos definirlo por oposición a los dos grandes tipos de ruptura de él que se pueden realizar:

         En primer lugar, la vanguardia va a tratar de quebrar con el canon y para ello va a realizar una subversión lingüística produciendo una ruptura del lenguaje literario basándose en el oscurecimiento de la forma y el contenido, experimentación…, creando composiciones tan vistosas como los caligramas, o estrofas tan originales como la siguiente, perteneciente al primer poema de Trilce, del propio Vallejo:



Un poco más de consideración

en cuanto será tarde, temprano,

y se aquilatará mejor

el guano, la simple calabrina tesórea

que brinda sin querer,

en el insular corazón,

salobre alcatraz, a cada hialóidea grupada.



         Pero también hay otra ruptura posible, contraria a la anterior, basada en el prosaísmo y la transparencia, por lo que tiende a que el acto comunicativo entre poeta y lector sea más natural y tenga mayores posibilidades de realizarse correctamente. En este caso, podemos apuntar al último Vallejo de Poemas humanos, en el que vemos la transición desde aquel lenguaje oscuro a uno basado en el despojamiento de gran parte del ornamento retórico, lo que no le impide viajar por la senda de la negación del canon. Ello lo podemos ver claramente en “Un hombre pasa con un pan al hombro…” y en versos como los siguientes de España aparta de mí este cáliz:



Al fin de la batalla,
y muerto el combatiente, vino hacia él un hombre
y le dijo: "No mueras, te amo tanto!"
Pero el cadáver ¡ay! siguió muriendo.



Al igual que en el primer tipo de ruptura, aquí tampoco podemos pensar que este lenguaje es solo propio del primer tercio de siglo XX ni mucho menos, pues si hacemos un pequeño repaso a la poesía española actual veremos que gran parte de ella basa sus poéticas en postulados muy similares. Este es el caso de Antonio Orihuela, que articula su obra alrededor de este tipo de lenguaje explotándolo hasta sus extremos, como podemos comprobar en su poema anterior y también en el siguiente:



Junto a un ruido de autobuses marchando,

permaneces.



         En este sentido, ambos transitan por un estilo a contrapelo de lo literario, creando una poesía que no brota de los tropos ni del lenguaje artificioso, sino que nace de la representación lo más directa posible del mundo:



César Vallejo
Antonio Orihuela
Un cojo pasa dando e brazo a un niño
¿Voy, después, a leer a Andre Breton?

Y si los mejores han muerto
y los buenos han envejecido
¿apuntarme al IMSERSO antes de tiempo?


Todo este segundo tipo de ruptura, que es la que nos interesa al centrarnos en estos poemas de Vallejo y Orihuela, la podemos resumir en los dos versos de un poema de Blas de Otero que podemos encontrar en su libro En castellano (1959) y cuyo título es “Poética”:



Escribo

hablando.



         Llegado a este punto debemos preguntarnos por qué se produce esta ruptura: En primer lugar debemos fijarnos que el hilo conductor que une a los poetas anteriores con sus creaciones es la denuncia social, y en la mayoría de ocasiones cuando un escritor trata de plasmar a través de sus obras las injusticias sociales recurre a un lenguaje más sencillo y comunicable, alejado de las metáforas y demás elementos que oscurecen la forma por lo que aumenta el tiempo y la dificultad en la percepción. De esta forma, el poeta trata de acercarse al pueblo a través de un lenguaje que tiende a la mímesis de la realidad, eso sí, siempre siendo conscientes de una idea de que la representación mimética de la realidad es imposible de realizar a través de cualquier tipo de lenguaje por varias razones: en primer lugar porque a través del lenguaje, en sentido amplio, se establece un velo con la realidad que puede ser más o menos fuerte, lo que nos traslada al terreno de Magritte y su famoso cuadro nombrado en la introducción; en segundo lugar -y también pudiendo utilizar a Magritte aquí-  porque, como también hemos apuntado al inicio, no existe La/Una Realidad, sino que cada ser humano –y cada ser en general con capacidad de percepción- tiene una apreciación propia y subjetiva de ella, por lo que nos encontramos ante una experiencia de lo real en quiebra al existir tantos modos de entenderlo como seres hay en el mundo.

         En este sentido el poeta va a representar en su obra SU realidad que no se puede alejar de los efectos de sentido del lenguaje, es decir, esa persona que “va en un entierro sollozando” existe solo en la realidad de Vallejo, al igual que aquellos que “se llenan los bolsillo con tu vida” solo están en la de Orihuela. Entonces, ¿cómo podemos lograr la comunicación si cada uno de nosotros tenemos nuestra propia visión de la realidad? Sencillo, el lector lee desde su propia visión de lo real un poema –o cualquier otro tipo de texto literario- en el que queda representada la visión del mundo de otra persona, pero tanto emisor –poeta- como receptor –lector actualizador- tienen elementos en común en sus respectivos enfoques, lo que nos permite establecer un intercambio comunicativo. En este sentido, no le ponemos el mismo rostro a aquel que solloza y al que se llena los bolsillos que los que le ponen Vallejo y Orihuela respectivamente, ni vemos la imagen de ellos como los ambos poetas la ven, sin embargo podemos ver esa imagen traspuesta a nuestra visión, por lo que se produce un intercambio de información  que nunca puede ser total, pero que nos permite entender gran parte de lo que expresan los versos.


César Vallejo
         Continuando con esta idea, debemos entender que el tipo de lenguaje utilizado es clave para la transmisión de información, un hecho que puede parecer muy obvio, pero veremos que tenerlo en cuenta es más importante de lo que podemos llegar a creer en un principio. Los poetas, cuando tratan de realizar una poesía de denuncia social suelen utilizar un lenguaje más accesible, como ya hemos dicho. Por tanto, hay una relación inversamente proporcional entre la oscuridad del lenguaje y las posibilidades de entendimiento del mensaje por parte del receptor. En este sentido, Vallejo y Orihuela dan más importancia al intercambio informativo. Sin embargo, al eliminar el lastre del hermetismo se está condenando al poema a transmitir un mensaje que tiende a la univocidad interpretativa, es decir, el uso de un lenguaje que aspira a ser lo más mimético posible –a potenciar el número de elementos comunes entre la realidad del poeta y el lector- lleva consigo la reducción del número de matices añadidos y por tanto de interpretaciones que podemos realizar. Por ejemplo, cuando Vallejo habla de que “Alguien limpia un fusil en su cocina” o de que “Un comerciante roba un gramo en el peso a un cliente” nos transmite la suma de cada uno de los significados que asociamos a cada uno de esos significantes, con no muchos matices añadidos, y lo mismo ocurre cuando Orihuela dice “Y si levantar la cabeza / sigue siendo políticamente incorrecto / ¿Levantar el puño?”.

         Por tanto, Vallejo y Orihuela eligen romper con el lenguaje canónico pasando a utilizar uno basado en la transparencia para hacer una denuncia social que nace de la visión individual –subjetiva- que cada uno de ellos tiene de las injusticias del mundo. Estas provocan en el yo poético un estado de desasosiego vital, como podemos ver en esos versos de Vallejo de “Los nueve monstruos” que dicen:



Desgraciadamente,

el dolor crece en el mundo a cada rato,

crece a treinta minutos por segundo, paso a paso,

y la naturaleza del dolor, es el dolor dos veces,

y la condición del martirio, carnívora voraz,

es el dolor dos veces

y la función de la yerba purísima, el dolor

dos veces

y el bien de ser, dolernos doblemente.

También los siguientes de Orihuela:

Tanta gente saltando hacia ninguna parte,

sin objeto,

sólo porque el vecino salta.

Tanto cordero llevado al matadero

y tanto domingo de resurrección.



         Ese estado de zozobra vital se ve intensificado por otros problemas que atormentan al yo poético, como la muerte, sobre el que Orihuela afirma de forma contundente:



En cada viaje por la N-435

siempre tienes,

al menos,

dos oportunidades para matarte.

Yo las he desaprovechado todas  



Mientras que Vallejo llega a cuestionarse si “¿Para sólo morir, / tenemos que morir a cada instante”?, en primera persona del plural, que es importante.

Antonio Orihuela
         Todo ello se conjuga para formar la psicología individual del yo poético que se va a proyectar hacia todos los seres humanos gracias a un sujeto poético en deuda con su dimensión comunitaria. En los dos poemas  sobre los que gira el trabajo hasta este punto -“Un hombre pasa con un pan…” y “Y si lo real fueran los movimientos de masa…”- convergen todas estas características, proyectándose hacia la comunidad para saldar esa deuda, a la vez que se cuestionan sobre la poesía misma. Para ello utilizan  una estructura basada en la visión de una injusticia social –primera parte de cada estrofa- sobre la cual aparece una pregunta lanzada hacia el propio creador a la vez que al colectivo –segunda parte de las estrofas- que va más allá de la propia realidad y que salta hasta el terreno de lo metapoético. En este sentido, en ambas se cuestiona si es lícito que el poeta se pueda refugiar en la cultura (“¿Voy a escribir, después, sobre mi doble?” Vallejo; “¿Con qué derecho lo hago y cómo se lo digo?” Orihuela), o si hay posibilidad de utilizarla como arma (“Y si después de esto, / aún los movimientos de masas / en automóvil /¿Abandonar la poesía / como vehículo?” Orihuela) mientras en la calle “Un albañil cae de un techo, muere y ya no almuerza” (Vallejo) o mientras todos “vamos de derrota en derrota / hasta la debacle total” (Orihuela). En última instancia tratan de llevar la poesía del mundo de la élite intelectual hasta la tierra en la que vive el pueblo, que llega a convertirse tanto en sujeto poético como objeto de reflexión. Con ello se nos plantea un nuevo problema: ¿Qué relación existe entre el pueblo, el poeta y la poesía –cultura-?

         Para tratar de explicar esta cuestión vamos a seguir utilizando el mismo poema de Vallejo, pero nos vamos a centrar ahora en otras composiciones de Orihuela:



Al final de la comida

le he enseñado a mi madre

el libro de poemas

que acaban de publicarme.

La artritis de sus manos

apenas le deja mantenerlo abierto

y sus escasos años de escuela

recorren las palabras

como un niño que gatea

hasta hacer incomprensibles mis versos.

Loca de contenta,

orgullosa de su hijo,

le lee un poema a mi padre

que la mira desde el sofá.

Cuando termina,

levanta la cabeza

y ve a mi padre dormido.

Lo despierta

y vuelve a comenzar

hasta tres veces

la lectura...

Yo no digo palabra,

pienso en los amos de la fuerza de los humildes,

en el tiempo delicioso que les robaron,

en la lengua que apenas les dejaron para comer

y reproducirse,

en los profesionales del estilo,

en los críticos de las letras,

y en lo lejos que estará siempre

el pueblo sencillo y trabajador

de eso que llaman literatura.



El día 19 de enero mi padre cavó sus ajos,

y el día 22, sembró las papas.

Vida de mi padre.

        

En primer lugar, en cuanto a la relación entre poeta y pueblo, podemos añadir que deja deja de aislarse de los problemas en su torre de marfil y, como expreso Blas de Otero a la perfección en “A la inmensa mayoría”: “un buen día bajó a la calle: entonces / comprendió y rompió todos sus versos”. Por tanto el escritor lanza su discurso al pueblo, pero ¿será recibido? Ahora es cuando debemos pasar a preguntarnos por la relación entre el pueblo y la poesía partiendo de ambos escritores.

         Vallejo plasma esa gran distancia entre su escala socio-cultural-económica y la del pueblo que aparece en la primera parte de las estrofas. Este no tiene capacidad para dedicarse a la cultura, pues durante toda su vida ha tenido cosas mucho más importantes que hacer como sobrevivir o ¿acaso nos podemos imaginar a aquel “cojo que pasa dando el brazo a un niño”, al que “tiembla de frío, tose, escupe sangre” o al que “busca en el fango huesos, cáscaras” leyendo a Andre Breton, hablando del Yo profundo o preocupándose por el infinito? El ser humano debe suplir en primera instancia unas necesidades primarias para después poderse dedicar al cultivo propio, si no quedan satisfechas aquellas la cultura no puede consumirse, por lo que la poesía queda a años luz del pueblo, pero también el poeta en parte, pues pese a tratar de bajar a la calle a plasmar los problemas del pueblo se sitúa varios escalones por encima de ellos, de ahí el malestar que surge en él y que lo lleva a preguntas sobre lo lícito de escribir mientras otros sufren.

         Orihuela va a viajar también por los mismos derroteros en “Al final de la comida…”, en el que el pueblo está representado por los padres y la cultura por el poemario y el poeta-hijo. En este caso las necesidades básicas están cubiertas, ya no hace falta sobrevivir en el sentido vallejiano, sin embargo pueblo solo ha tenido “escasos años de escuela”, lo que hace que la poesía actúe como un somnífero. Mientras la madre lee el poema, el hijo reflexiona “sobre los profesionales del estilo” y “los críticos de las letras”. Puede hacerlo, ha tenido acceso a la cultura que ha sido negada al pueblo por “los amos de la fuerza de los humildes”, lo que lo lleva a la conclusión: “lo lejos que estará siempre / el pueblo sencillo y trabajador “ de eso que llaman literatura”, en definitiva, la imposibilidad de influir sobre la gente a través de la poesía. Pero no nos quedemos aquí, fijémonos en el siguiente poema:



El día 19 de enero mi padre cavó sus ajos,

y el día 22, sembró las papas.

Vida de mi padre.



         En este caso el poema no es lo que dice, sino lo que no dice, es decir, en el diario del pueblo no hay lugar para la cultura, la vida tan solo llega a las necesidades básicas que suponen cavar los ajos y sembrar las papas. Subyace ahora una idea a caballo entre la composición de Vallejo y la anterior de Orihuela: en aquella se plasma el extremo del sufrimiento social a través de personas que luchan constantemente por la supervivencia en un medio hostil que constantemente los ataca; en la primera del escritor onubense  la acción sucede “Al final de la comida”, es decir, con las necesidades básicas cubiertas en un medio que en el pasado fue hostil con las gentes, como representan sus padres, pero que hoy es más benévolo para/con el pueblo y deja un pequeño atisbo de esperanza para el futuro; mientras que la última representa un estado intermedio, en el que aparece el pueblo preocupado por satisfacer unas necesidades básicas que le son dadas por un medio a caballo también entre el hostil y el benévolo. Eso sí, sobre todo ello siempre está el poeta, el encargado de dejar por escrito, tendiendo siempre hacia esa mímesis imposible, el sufrimiento del pueblo y la imposibilidad de que este pueda todavía, tanto en el momento de la creación de Vallejo, como en el de Orihuela, acceder a la cultura, impregnarse de ella y lograr quitarse la venda de los ojos para alzarse y mejorar su situación.

         En definitiva, la poesía sigue viajando alejada del canon rompiendo el lenguaje literario, como ya lo hacía en la época de Vallejo –y es él un claro ejemplo de ello-, entre intentos de acercarse a la mímesis de la realidad a través de la transparencia en el lenguaje e intentos de alejarse de ella a través del oscurecimiento de la forma, pero cuestionándose su relación con lo real y haciendo duras críticas sociales. Sin embargo todo esto queda lejos de aquella inmensa mayoría de la que habló Blas de Otero que continúa recolocándose la venda sobre los ojos siempre que resbala permitiendo entrar un haz de luz, por lo que la poesía, esa “arma cargada de futuro” de la que habló Celaya, sigue teniendo un gran poder potencial para el cambio social que no puede desarrollarse en todo su dominio porque no es consumida por aquellos que deberían ser sus receptores masivos. Sin embargo, los poetas no han cejado nunca en su empeño de denunciar las injusticias: Vallejo pasó los últimos años de su vida haciéndolo en Poemas humanos y España aparta de mí este cáliz, mientras que  Orihuela, que deja como hemos dicho un atisbo a la esperanza para el futuro en algunas composiciones a la vez que se muestra pesimista en otras, se sigue preguntando, en el poema con el que cierra su conocida antología de título sugerente Piedra, corazón del mundo, para cuándo:



Un mundo

como una piel

que al tacto

no produzca escalofrío.



         ¿Sabéis qué os digo? Que Bob Dylan ya nos lo dijo:



The answer, my friend, is blowi’n in the wind,

the answer is blowin’ in the wind.




BIBLIOGRAFÍA


CELAYA, Gabriel (1997): Poesía. Gabriel Celaya. Introducción y selección a cargo de          Ángel González, 7ªed., Madrid, Alianza Editorial.
ORIHUELA, Antonio (2001): Piedra, corazón del mundo (Antología personal 1995-         2000), Valencia, Editorial Germanía. Consultado en línea en:          http://www.nodo50.org/mlrs/Biblioteca/orihue/piedra.pdf
OTERO, Blas de (1982): En castellano, 2ªed., Barcelona, Lumen.
-(2008): Pido la paz y la palabra, Barcelona, Lumen.
VALLEJO, César (1988): Poemas en prosa; Poemas humanos; España aparta de mí         este cáliz, edición de Julio Vélez, Madrid, Cátedra.
VALLEJO, César (2003): Trilce. Edición de Julio Ortega, Madrid, Cátedra



[1] No voy a hablar de poesía social, pues considero, como dijo Neruda, que toda literatura es comprometida y social, pues el ser humano se caracteriza por vivir en sociedad, por lo que todo lo escrito se impregna de ello y por lo tanto toda poesía es social, lo que hace inútil la oposición poesía comprometida-poesía no comprometida. De ahí que decida utilizar la expresión “poesía de denuncia social”.

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