PALABRAS DE MALA PRENSA: Decepción, por María Elena Picó Cruzans – Agosto 2012



    Hace un mes me propuse rescatar la decepción, y debo confesar que no encuentro la manera.
    Observo que la decepción tiene que ver en nuestras vidas con las expectativas y con las obviedades que nos invaden y, a veces, arrasan.
    Retomo la oración Gestalt para ver si es ella la que puede iluminarme en esta tarea.

Yo hago lo mío y tú haces lo tuyo.
No estoy en este mundo para llenar tus expectativas. 
Y tú no estás en este mundo para llenar las mías.
Tú eres tú y yo soy yo.
Y si por casualidad nos encontramos, es hermoso.
Si no, no puede remediarse.
                                 Fritz Perls

   La misma oración que otras veces me ha descubierto parajes nuevos y me ha abierto horizontes ahora me deja sin respuesta.
   Abro la puerta de mi alma y me encuentro un perro a la espera.

   Estoy muy cerca de desistir de este rescate. Quizá sea porque la decepción se encuentra muy cercana a nosotros, muy cercana al territorio que pisamos, la patria que ocupamos, la casa que habitamos, los caminos por los que transitamos y las personas que conocemos y en las que nos reconocemos.
   Sin duda la decepción está ocupando nuestra mochila, y lo sorprendente es que prefiere no ser rescatada. Es como que quisiera quedarse a nuestro lado en alguna paradójica misión.

   Como alguna vez le he escuchado decir a María Colodrón: el placer y el dolor no se oponen ni se reemplazan. No existe placer o dolor. Existe placer y dolor. De igual modo pueden coexistir la decepción y la creatividad (o cualquier otra palabra por la que optemos  como pareja).
   Quizá esta sea la única forma de rescate que tengamos para la decepción: integrarla en nuestra vida. La Terapia Gestalt nos propone a menudo recursos que se acercan a la Gramática: integrar de la misma manera las conjunciones copulativas. No existe decepción o…, sino decepción y… No podemos aparcar nuestra vida o llevarla al desguace en espera de una felicidad sin decepción; más bien se trata de no hacer incompatible la decepción con la felicidad, de sumarlas y no de convertirlas en opciones disyuntivas.
   ¿Cómo hacerlo?, ¿cómo dejar que siga habitándonos la decepción Y la creatividad?
   Echemos mano de la ayuda que la vida nos ofrece.
   Retomemos la lectura de nuestros poetas favoritos. No importa qué poeta sea, pero sí que su lectura sea reconocida por tu alma.
   Yo últimamente opto por mirar la carita de mi sobrina Claudia.
  

   Quizá no exista otra manera de rescatar la decepción que dejar que siga su curso.
   Con la Terapia Gestalt y también con las Constelaciones Familiares he podido vivenciar que dejar que la vida siga su curso, asentir a la vida, no consiste en dejarse llevar sin más. Aquí es donde se hace patente la diferencia entre resignarse y rendirse. Asentir a la vida implica en muchas ocasiones una rendición.
  Es posible, pues, un rescate si dejamos que la vida siga su curso y nosotros permanecemos atentos a las sincronías. Quizá esto sea lo que ha contribuido a que retomara mi estudio de las Cartas del Tarot justo por la carta número XII: El Colgado.
 
   Con el sentimiento de decepción tengo la misma tendencia que con la carta de El Colgado del Tarot: darle la vuelta para colocarla en la posición “correcta”. Y quizá ésa sea la manera segura de permanecer “colgado” para siempre, en una especie de limbo o estancamiento donde crecer ya no es posible.
   La carta de El Colgado es un símbolo arquetípico de las etapas de transición de la vida. De manera destacada, de la adolescencia; aunque dice Sallie Nichols en su libro Jung y el Tarot que “El Destino puede hacernos este tipo de crucifixión varias veces durante nuestra vida y de varias maneras distintas”.
   Nuestra vivencia de la transición en el encuadre individual puede intensificarse si coincide con la misma vivencia en el cuadrante colectivo, que es lo que muchas personas estamos viviendo en estos momentos. Quizá por ello es interesante detenerse en esta carta y meditar con lo que pretende enseñarnos.
   Es bien cierto que la tendencia inicial, como señalábamos, es a darle la vuelta. De hecho ésta fue la mía en un principio, cuando me propuse “rescatar” la decepción. Por suerte no se dejó manipular y me dejó colgada en el umbral de algún abismo. En este punto es importante tomar conciencia de que “estar colgado” en el abismo no es lo mismo que ser echado al fondo del barranco (que es posible que sea la opción inevitable si logramos deshacernos a zancadas de la cuerda que sujeta nuestra pierna a la rama).
   De manera sincrónica retomé mi trabajo con las cartas del Tarot y me encontré con El Colgado.

   “Una iniciación de este tipo puede producirse en varios momentos de nuestra vida, generalmente cuando se alcanza una cierta fase de nuestra existencia y la vida exige una transición a nuevos caminos. Es un momento horrible, pues hemos de abandonar las costumbres probadas y experimentadas para confiarnos a modos de vida desconocidos y nunca vistos. Esto exige sacrificio y coraje. Todos hemos pasado periodos en nuestra vida en los que nos hemos sentido “colgados” por las circunstancias: tiempos en los que los antiguos modelos de comportamiento no nos servían, como si la vida nos quitara la alfombra de debajo de los pies, haciendo que nos sintamos tambaleantes entre dos mundos y con la única posibilidad de esperar y rezar. En estas ocasiones nos sentimos traicionados por la vida, humillados y desposeídos de todo orgullo así como de nuestra persona (el disfraz o máscara que nos ponemos en público para proteger del mundo nuestra parte secreta).”

                                 Sallie Nichols, Jung y el Tarot

   Curiosamente, esta carta número XII es una carta que inquieta y produce desasosiego, y, sin embargo, es una carta de invitación a la vida, una invitación a tomar la vida con conciencia y disfrute.
   Afirman las Constelaciones Familiares que la manera adulta y sana de honrar a nuestros muertos es disfrutar de la vida, siendo los protagonistas y no tan sólo espectadores; asentir a la vida y tomar las puertas que cada día nos ofrece para que sea más completa. Es una invitación a tomar las riendas de nuestra propia vida. Aunque ello implique que de vez en cuando quede colgada boca abajo sobre el abismo, renunciando a mi voluntad, mis puntos de vista, mis ideas y mis actividades. En el camino del crecimiento a veces es necesario rendirse. Es una rendición que me permite quedarme prendida sin sentirme atrapada. Como dice Laura Perls: “Ahora me permito vivir en la incertidumbre, sin angustia”.

   No es fácil ni rápido. Un bosque quemado necesita tiempo y lluvia para volver a crecer. Podemos ocupar mucho tiempo y energías negándonos la vida, antes de llegar a rendirnos y comenzar a asentirla y confiar en ella.
 El precio que tenemos que pagar es el de la traición y el de la culpa: dejamos de ser “buenos hijos, esposos, padres, hermanos, amigos, empleados…” para ser simplemente hijos, esposos, padres, hermanos, amigos, empleados… Ser colgados boca abajo es tradicionalmente el castigo para los traidores. Y en algunas barajas antiguas italianas esta carta se llama “Il Traditore”.
  
   No deja de ser curiosa para mí esta sincronía de significados.
   Dejarnos prendidos en la decepción o colgados en el abismo no es el final del camino, sin duda; pero es un paso inevitable en el proceso de autoconocimiento y de individuación. Es una de las formas que tiene la Naturaleza de ponernos en contacto con nuestra vida psíquica interior, lo que nos permite trascender; cosa imposible si no podemos aceptar que en ciertos momentos de nuestra vida hemos de permanecer inactivos como El Colgado, invertidos en cuanto a nuestras actividades, ideas y pensamientos anteriores.
   La Terapia Gestalt podría hacer una lectura de El Colgado diciéndonos que podemos digerir nuestras introyecciones, permitirnos la posibilidad de asimilar y actualizar todas las reacciones inconscientes que han formado parte de nuestra vida en la infancia. Y que podemos integrar nuestras proyecciones, permitirnos la posibilidad de recoger lo que hemos colgado en las perchas de lo otro o los otros, para poder tomar conciencia de las máscaras o papeles que representamos.

                   “De devociones absurdas y santos amargados, líbranos, Señor.”
                       Santa Teresa de Jesús

   En el fondo se trata de un trabajo de asunción de la propia responsabilidad en el proceso de hacerse adulto. Esto nos permite integrar el niño que fuimos desde el adulto que somos, sin manipularlo o utilizarlo como excusa para no crecer.

    A pesar de que ya he dicho que este proceso no es fácil ni rápido, también es cierto que la vida no nos deja desamparados al respecto. No es necesario marchar a India para vivir una experiencia mística. Y desplazarse en el espacio no siempre implica viajar. Las cosas más cercanas y simples pueden llevarnos a encuentros sincrónicos. Hace poco vi una película titulada “En sus zapatos”. No creo que sea considerada un clásico del cine; no obstante, y a pesar de los anuncios, conseguí entrar en ese mundo de ficción donde se hace posible recoger trocitos de nuestra alma y volverlos a colocar en su lugar. En la película la protagonista encontraba a su novio en la cama con su hermana. Más adelante vuelve a encontrarse con él y éste le explica que cuando era un niño estaba muy gordo y sufría el rechazo de los otros niños, y que ahora de adulto aún no podía asumir que una mujer quisiera algo de él. De esta manera intenta justificar que no rechazara a su hermana cuando se le insinuó. La protagonista le dice que no lo puede aceptar “pesaras lo que pesaras de pequeño”.
   Voy a recordar esta frase para no renunciar al privilegio de crecer.

PARTICIPACIÓN

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