PALABRAS DE MALA PRENSA: Política y religión, por María Elena Picó Cruzans.– Mayo 2011



DIEGO RIVERA: El cargador de flores

Vivimos un momento social en el que quizá se nos presenta como acuciante la tarea de rescatar palabras como “política” y “religión”. Ambas palabras nos remiten a conceptos que inundan las vivencias del ser humano y ambas han tenido otros momentos, que no son los nuestros, de bonanza y esplendor.



Me embarco en esta titánica tarea de rescate a pesar de que sé que puedo acabar naufragando ya que a veces ocurre que las tablas de salvación navegan en aguas demasiado frías.

No quiero remontarme a definiciones ni a etimologías que quizá no me lleven más que a un sutil empeño por mi parte, lo reconozco, de eludir el tema y buscar falsos padrinos.

Siento que con estas palabras voy a llevar a cabo un rescate en el que no se pierde el riesgo de encontrar que la parte a rescatar prefiere seguir permaneciendo con el secuestrador.

 Quizá esta actitud venga motivada por una experiencia que he vivido hace poco en la relación con mis alumnos. Me ocurrió que uno de ellos al que yo estaba “prestando ayuda” (eso creía yo) me dijo, después de vernos durante unas cinco veces, que yo le aburría y que no necesitaba mi ayuda. No puedo asegurar que no precisara de ella en un primer momento (no lo sé), pero sin duda con su actitud quedaba claro que ya no la requría. Le dije que me alegraba de haber estado con él, y que si no me necesitaba podía marcharse tranquilamente. Él casi no me dejó más tiempo de respuesta y sin mediar palabra (ni “gracias” ni “adiós”) salió del aula. Cuando volví a verlo le recordé que yo seguía estando ahí (igual pensó que yo era de lo más impertinente; tampoco lo sé).

Es por esta vivencia reciente que me acerco a mi sección de rescate con más cautela.

Quisiera evitar caer en lo que María Colodrón califica como la presunción o vanidad del maestro que es considerar que puede estar por encima de la historia; creer que cualquier sistema educativo puede influir hasta el punto de dirigir o controlar la vida.

DIEGO RIVERA

La terapia Gestalt y las Constelaciones Familiares me han enseñado la importancia de mantener el equilibrio en la relación de ayuda. De esta manera es conveniente diferenciar en el trato con nuestros alumnos (e hijos) lo que son deseos de lo que son necesidades. Darle a un niño o adolescente (y esto también es aplicable a los adultos) lo que necesita genera actitud de agradecimiento; pero darle lo que no necesita o lo que tan sólo desea, genera actitud de rencor a corto o largo plazo. A lo que hay que añadir, como algo muy importante, que cualquier gesto de ayuda no se puede hacer desde la arrogancia de creer que puedes “salvar” a nadie sin que haya optado ya por salvarse a sí mismo, consciente o inconscientemente. Una de las máximas de la Terapia Gestalt es “en el camino del crecimiento, no hagas por alguien lo que pueda hacer por sí mismo”.

-  ¿Quién sois? – dijo.
-  Soy el Príncipe Feliz.
- Entonces, ¿por qué lloriqueáis de ese modo?- preguntó la golondrina.
- Cuando estaba yo vivo y tenía un corazón de hombre – repitió la estatua-, no sabía lo que eran las lágrimas porque vivía en el Palacio de la      Despreocupación, en el que no se permite la entrada al dolor. Durante el día jugaba con mis compañeros en el jardín y por la noche bailaba en el gran salón. Alrededor del jardín se alzaba una muralla altísima, pero nunca me preocupó lo que había detrás de ella, pues todo cuanto me rodeaba era hermosísimo. Mis cortesanos me llamaban el Príncipe Feliz y, realmente, era yo feliz, si es que el placer es la felicidad. Así viví y así morí y ahora que estoy muerto me han elevado tanto, que puedo ver todas las fealdades y todas las miserias de mi ciudad, y aunque mi corazón sea de plomo, no me queda más recurso que llorar.
“¡Cómo! ¿No es de oro de buena ley?”, pensó la Golondrina para sus adentros, pues estaba demasiado bien educada para hacer ninguna observación en voz alta sobre las personas.
- Allá lejos – continuó la estatua en voz baja y melódica-, allá lejos, en una callejuela, hay una casa muy pobre. Una de las ventanas permanece abierta, y por ella puedo ver una mujer sentada ante una mesa. Su cara se ve demacrada y triste, tiene manos toscas y enrojecidas, y las yemas de sus dedos picadas por la aguja, porque es costurera. Está bordando pasionarios en un vestido de seda que deberá lucir la más encantadora de las damas de honor de la reina, en el próximo gran baile de la Corte. Sobre una cama, en un rincón del mismo cuarto, yace su pequeño hijo enfermo, con fiebre, y pide naranjas. Su madre no tiene nada para darle, más que el agua del río, y por eso el pequeño llora. Golondrina, golondrina, golondrinita, ¿no quisieras llevarle el rubí del puño de mi espada? Mis pies están sujetos a este pedestal, y no puedo moverme”.

                            “El Príncipe Feliz”, Óscar Wilde


A menudo tenemos que elevarnos por encima de nuestras murallas para ver las “fealdades” y “miserias” de la vida; pero verlas no nos otorga el poder de actuar sobre ellas, sin su permiso.


15M 2012: Puerta del Sol, Madrid



Quizá entonces para rescatar palabras como “política” y  “religión” de las fauces del lobo debería mostrar menos mis deseos y más mis necesidades para que fueran ellas las que decidieran ser rescatadas por sí mismas y acudir a mi rescate.

Así, pues, quiero mostrar mi necesidad de vivir en relación sana con mi entorno, mi necesidad de realizar esfuerzos conscientes y voluntarios para resolver racionalmente la gran cuestión de la vida en común; mi necesidad de dibujarme como un ser social; quiero mostrar mi necesidad de tomar las riendas de mi vida desde la sinergia, y no renuncio a creer que existen métodos alternativos no sólo para cambiar las cosas, sino para que se produzcan transformaciones, y que éstas no sucedan ajenas a mi presencia y responsabilidad; no renuncio a hacerme cargo de mi propia vida…

Si en este rescate hay partes de la “política” que deciden no ser rescatadas de las garras del lobo tomaré conciencia de que son las partes de mí misma que han decidido quedarse allí. Este es el mensaje que refleja  Alfonso Colodrón en su libro “Hora de despertar”, del cual recomiendo su lectura:

“Los poderes políticos que tanto criticamos se alimentan sencillamente del abandono de parcelas de poder por parte de una gran masa de ciudadanos absentistas.

Como afirma el sociólogo francés Alain Touraine, hoy día “los verdaderos fundadores de nuestra sociedad son los disidentes, los que afirman el derecho moral contra cualquier tipo de poder”. O al menos contra ciertas maneras de ejercerlo. En casos de injusticia extrema, se producen las revueltas populares, la desobediencia civil. En los países desarrollados, surgen grupos de pensamiento y de presión para ofrecer alternativas. El Comité para la Reinvención de Bretton Woods, nacido en Francia, intenta dar alternativas a la anarquía financiera internacional, al tiempo que aboga por una profunda reestructuración de la ONU. En Gran Bretaña, treinta y dos grandes grupos políticos y sociales se han unido formando la coalición Mundo Real, con el objeto de cambiar la política del país. En una de sus declaraciones de principios afirman que “la calidad de vida es más importante que el dinero y los seres humanos no deben doblegarse a las fuerzas del mercado”.


Cuando leo lo de “país desarrollado” me surgen muchas cuestiones. Me planteo si estar desarrollado consiste en tener la energía suficiente para no dedicarse en exclusiva a satisfacer las necesidades básicas de supervivencia, sino también las de crecimiento. No estoy segura de ello. En España, país desarrollado, también hay grupos de pensamiento y de presión para ofrecer alternativas. Los que sienten invadido su statu quo ante su presencia los llaman “perro-flauta” o “vagos”; también hay funcionarios públicos que salen a la calle para defender lo que son nuestros derechos, como la sanidad, la educación, la investigación, la atención social…, y son asaltados por los perros de presa de la calumnia y la demagogia. Yo también vivo en este país desarrollado y soy una funcionaria que se dedica a la docencia, y como dice José Manuel, un compañero del trabajo, la educación no es un servicio, como intentan vendernos los que siguen pretendiendo sacar tajada de esta crisis; sino un derecho, y como tal debemos defenderlo. Y quiero colaborar con mi pequeño grano de arena al movimiento transformador que se cierne sobre nosotros.

Como diría la Terapia Gestalt, siempre podemos optar por ser parte del problema o de la solución. Podemos dejar de mirar el futuro desde una actitud catastrófica o apocalíptica. Podemos dejar de mirar el pasado desde la culpabilidad y el remordimiento. Podemos mirar el presente como algo que nos pertenece, como el escenario del que somos protagonistas. Estamos viviendo un momento de “impasse” que nos puede llevar a otro ciclo vital: son nuestros primeros pasos como sociedad hacia la etapa de la madurez. La Terapia Gestalt define el “impasse” como el punto en que la necesidad de cambio enfrenta una fuerza que resiste al cambio con igual poder. Estos momentos sobrevienen reiteradamente hasta que el individuo, expandiendo poco a poco sus fronteras del yo, incluye lo que previamente había sido inasimilable. Es, sin duda, un momento difícil, porque nos encontramos cara a cara y sin armaduras con la incertidumbre y la vulnerabilidad.


“Es la situación en que el apoyo ambiental o el soporte interno obsoleto ya no llega más y el autosoporte auténtico no se ha logrado aún”,
Fritz Perls, Sueños y existencia, “Charla II”


Todo momento de impasse nos conecta con la esencia del crecimiento, que es la actitud de trascendencia: asentimos a lo que fuimos y nos miramos desde lo que somos. No tenemos que elegir entre una cosa o la otra: podemos integrar. Repito: podemos ser parte del problema o de la solución. Podemos elegir ser parte integrante en este proceso de transformación que estamos viviendo o continuar en una evasiva perversión del proceso de crecer, que consiste en creer que el crecimiento es un eterno camino de perfeccionamiento; algo tan perverso como creer que el adolescente debería ser un eterno perfeccionamiento del infante o que el adulto debería ser un eterno perfeccionamiento del adolescente. Nos olvidamos de que el árbol se sustenta alzándose hacia el cielo y arraigándose a la tierra, y que cada estación trae sus frutos.

Es necesario que seamos conscientes de cuál es nuestra opción. Y del precio que conlleva. Es necesario que seamos conscientes de cuál es la fuerza que en nuestra sociedad se resiste al cambio: la fuerza de lo que llaman “mercados”, que prefieren permanecer como eternos adolescentes, que tampoco han sido capaces de trascender la etapa de infantes, donde vivían en actitud simbiótica con la “madre”. Como infantes o como adolescentes pueden despertar en nosotros una mirada de acogida y una sonrisa; pero cuando ya es hora de dar el paso a la edad adulta no podemos dejar de mirarlos como una degeneración anacrónica que vive parasitariamente de nuestra sangre. 

Por otra parte también quiero mostrar mi necesidad de conectarme con la vida, de sentirme parte del Universo, de disolverme y confluir; de sentirme pequeña, pero no perdida…

Quizá el único posible rescate de “política” y “religión” sea pensar que no son patrimonio del ser humano. Y que en cada parte de nosotros existe algo que nos conecta a la tierra y al hombre, que todos llevamos dentro, y una parte que nos conecta al cielo y al dios, que todos llevamos dentro.

Quizá así; quizá ahora; no sé; quizá… la única forma de rescatarlas sea dejar que me rescaten.

Las más bonitas sincronías y rescates de mi vida los recuerdo de la mano de poemas y poetas.

A continuación presento la alocución de Federico García Lorca en su pueblo natal, Fuente Vaqueros, en septiembre de 1931. Y se puede decir sin temor a equivocarnos que en el momento en el que se emitió, el poeta sabía (de saber y de sabor) lo que era la crisis.

Medio pan y un libro

FEDERICO GARCÍA LORCA: Dibujo

“Cuando alguien va al teatro, a un concierto o a una fiesta de cualquier índole que sea, si la fiesta es de su agrado, recuerda inmediatamente y lamenta que las personas que él quiere no se encuentren allí.“Lo que le gustaría esto a mi hermana, a mi padre”, piensa, y no goza ya del espectáculo sino a través de una leve melancolía. Ésta es la melancolía que yo siento, no por la gente de mi casa, que sería pequeño y ruin, sino por todas las criaturas que por falta de medios y por desgracia suya no gozan del supremo bien de la belleza que es vida y es bondad y es serenidad y es pasión.

Por eso no tengo nunca un libro, porque regalo cuantos compro, que son infinitos, y por eso estoy aquí honrado y contento de inaugurar esta biblioteca del pueblo, la primera seguramente en toda la provincia de Granada.

No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría pan; sino que pediría pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio del Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social.

Yo tengo mucha más lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente con un pedazo de pan o con unas frutas, pero un hombre que tiene ansia de saber y no tiene medios, sufre una terrible agonía porque son libros, muchos libros los que necesita y ¿dónde están esos libros?

¡Libros! ¡Libros! Hace aquí una palabra mágica que equivale a decir: “amor, amor”, y que debían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan la lluvia para sus sementeras. Cuando el insigne escritor ruso Fedor Dostoyevsky, padre de la revolución rusa mucho más que Lenin, estaba prisionero en la Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita; y pedía socorro en carta a su lejana familia, sólo decía: “¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!”. Tenía frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua: pedía libros, es decir, horizontes, es decir, escaleras para subir a la cumbre del espíritu y del corazón. Porque la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed o frío, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida.

Ya ha dicho el gran Menéndez Pidal, uno de los sabios más verdaderos de Europa, que el lema de la República debe ser: “Cultura”. Cultura porque sólo a través de ella se pueden resolver los problemas en que hoy se debate el pueblo lleno de fe, pero falto de luz”.


Últimamente me estoy planteando si deberíamos en las escuelas e institutos no sólo organizar charlas para educar a nuestros niños y adolescentes sobre educación vial y sexual y ayudarles a prevenir drogodependencias; sino también educarles en política y economía para que conozcan los conceptos básicos que regirán sus vidas sociales como quiénes son los mercados, el Banco Central, la prima de riesgo, la emisión de deuda, etc., y ayudarles a prevenir la ignorancia que nos incapacita en la toma coherente y adulta de decisiones. Hace poco asistí a una Asamblea de padres y profesores. Allí nos preguntábamos qué podemos hacer ante la situación de demolición de la Enseñanza Pública en la que actualmente nos encontramos. Nuestra primera acción es mostrar y manifestar nuestra indignación, nuestra protesta y nuestras reivindicaciones. Las acciones siguientes, quizá, podrían ser el plantearnos como AMPA y como Claustro dejar la preocupación y pasar a ocuparnos de que nuestros hijos y alumnos reciban la información que les haga elegir libremente, organizando charlas y ofreciendo medios para que ellos puedan acceder a su opinión crítica, ésa que constituye uno de los ejes de las competencias básicas declaradas en los principios que “por el momento” rigen la Enseñanza.


“De devociones absurdas y santos amargados, líbranos, Señor”.
Santa Teresa de Jesús


Muy significativa a este respecto es la entrevista que Jordi Evolé realiza a Francisco Álvarez, Ex Vicepresidente de la Bolsa de París.
PARTICIPACIÓN:


No queremos seguir preocupados; queremos estar ocupados y participar activamente en el proceso de transformación que estamos viviendo.

Deja tus propuestas.

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