Crónicas desde el Adriático - No quiero tener miedo - Ángeles Sánchez – Marzo 2012

Crónicas desde el Adriático
No quiero tener miedo
Ángeles Sánchez – Marzo 2012-

Yo no soy aquella a la que le gusta que le miren. Ni soy la que va montando escándalo. No me gusta que la gente me mire, nunca he querido ser el centro de atención. Me abruma todo eso. Siempre he preferido pasar inadvertida y que nadie se fijara en mi más de lo que yo necesitase o quisiera.

Kipling, en uno de sus poemas más conocido (“If”) decía: “Si todos te reclaman y ninguno te precisa, si aún marchando con reyes guardas tu sencillez, si no pueden herirte ni amigos ni enemigos (…) entonces tuya es la tierra y sus codiciados frutos, y lo que es más: serás un hombre ¡HIJO MIO!” Esa es mi meta. Estar en la vida de todos, dejar marca en las personas que se van cruzando en mi camino, pero sin ser extremadamente reconocible. Quiero que todos se acuerden de mí cuando no estoy, pero que no piensen en mí cuando hacen planes. Ser un espíritu libre. Quedarme en casa cuando no tengo ganas de salir. Salir y darlo todo cuando lo necesite. Sin tener que dar explicaciones a nadie. Sin necesidad de excusas. Sin ataduras.

Y que me miren sólo cuando yo deseo que me miren. Sin ser objeto de mofas o cotilleos. Que todo el mundo me reconozca, pero que nadie sepa cómo me llamo. Aún que sí que quiero enterarme de lo que hagan los demás y así poder mirar, observar, y saber. Sin adular ni odiar, únicamente por entretenerme. Como ver una película en vivo. Espectadora de primera fila de un mundo lógico.

Me gustaría saber que la gente me respeta lo suficiente como para no entrometerse en mi vida de una manera escandalosa, pero no tan fuerte como para evitar preguntarse qué será de mí. Que nadie sepa lo que hago, pero que todos quieran saberlo. Y que por ello, sea como una estrella del cielo, a la que todos pueden ver, pero nadie sabe exactamente dónde está, cuál es su historia o qué sabe ella del resto de la gente. Una estrella, que al estar todas y cada una de las noches en el mismo lugar, al final ya nadie mire, pero todos tengan presente.

Quiero tener tantos amigos como nacionalidades haya. Y hablar con ellos una vez al mes. Sin dejar de quererlos ni un poquito por la distancia o tiempo transcurridos. Quiero sentir que le he hecho bien a alguien, que estando conmigo sus días han mejorado, pero sin ser esencial en cada momento. Y que otros me deseen. Que quieran besarme, abrazarme, poseerme. Sin que se enamoren de mí. Y cuando me vean pasar, sientan la gran tentación de pararme, y sin palabra alguna, me transporten a mil noches de locura y desenfreno. Que todas esas historias tengan un final bonito y perfectamente sincronizado al amanecer. Sin que se me eche de menos, sólo una fugaz sonrisa al recordarme. Nada más.

Y pasar momentos sola al mismo tiempo que estoy rodeada de cientos de personas. Sin sentir cerca la soledad. Sin sentir un vacío debajo del pecho que me oprima y me haga caer en las lagrimas. Sin volver jamás la vista atrás, sin arrepentimientos. Pero sin dejar de recordar de dónde vengo y por qué soy como soy.

Me gusta que piensen que me dejo atormentar por tonterías que no llegan ni a la suela de los zapatos de mis verdaderos problemas. Que todos piensen que soy tan pobre e indefensa como mi escuálido cuerpecillo aparenta. Pero por dentro reírme a carcajadas alegrándome de que aquellas personas que me ven preocupada, se interesen por cómo estoy, sin saber nunca los verdaderos motivos de mi lejanía y de mi frialdad.

Alegrándome de que nadie de los que están a mi alrededor hayan de comprender lo que siento. Y al mismo tiempo sintiendo real empatía por aquellos que pueden imaginárselo.

Y volviendo a Kipling: “Si logras hacer un montón con todas tus victorias, y arrojarlas al capricho del azar, y perder, y remontarte de nuevo a tus comienzos, sin que salga de tus labios una queja, con la única ayuda de la voluntad que dice: ¡ADELANTE! (...)” Yo quiero caerme mil veces, y aprender a levantarme. Porque con todo lo que vivimos, no tenemos más opción que levantarnos, una y otra vez, esperando que esa sea la oportunidad correcta. Luchando por lo que queremos. Y yo quiero luchar. Puede que de mis labios salgan muchas quejas, pero no puedo menos que desear ir hacia delante, paso tras paso. A mi ritmo. Quiero conseguir lo que deseo. Sin miedo.

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