PALABRAS DE MALA PRENSA: Crisis, por María Elena Picó Cruzans


Estas páginas quiero que sean un agradecimiento a todos los maestros que me han educado en todos los ámbitos de mi vida. A todos aquellos que han compartido honesta y generosamente conmigo su amor a la vida, su fe en el crecimiento, su formación y su experiencia.  Y también, de una manera especial, quiero dedicar estas páginas a todos los profesionales de la enseñanza que han luchado, dedicado su tiempo, su energía y su salario a defender los derechos que desde entonces venimos disfrutando los docentes, en particular, y el sistema educativo, en general. Ellos son, precisa y paradójicamente, los más dañados por las decisiones de un gobierno que no valora suficientemente el trabajo y el esfuerzo de la formación y la riqueza de la experiencia profesional.

Me planteé rescatar la palabra “crisis”, palabra de moda. En algunos ámbitos es una palabra que podría tener connotaciones negativas o cierto rechazo. No obstante, revisando sus citas y alusiones me doy cuenta de que quizá no sea una palabra tan denostada. Últimamente se cita más como justificación e incluso como evocación. Y muchos comentarios la sitúan a la altura de “oportunidad”. Es cierto que es posible acceder con facilidad a artículos que explican con rigor lingüístico que la palabra “crisis” no significa en la lengua china “oportunidad”  (o, como mínimo, no es literalmente cierto). Y yo me remito a ellos para aclarar esta manipulación demagógica de la palabra; sin embargo, no dejo de reconocer que esta interpretación errónea (consciente o inconscientemente realizada) no me parece tan desacertada ya que la crisis está siendo para muchos una oportunidad y para otros un oportunismo. Durante muchos siglos de la historia de la humanidad se han hecho las cosas en nombre de Dios; luego se pasó a hacerlas en nombre de la Ciencia, y, ahora, se hacen en nombre de la Crisis. La crisis se está utilizando como bandera y estandarte  de muchas causas; en alguna ocasión también colocamos en esta bandera sus pendones (en todas sus acepciones) y la enarbolamos como Gran Diosa.  Nuestra sociedad parece, últimamente, que se ha embarcado en una de esas excursiones en las que el grupo sigue al guía de la banderita sin saber muy bien a dónde ha decidido llevarnos, pagando con nuestro dinero.

Al contrario de lo que ocurre con la palabra “pederastia” a la que nadie quiere acercarse por miedo al contagio o a la revelación, la palabra “crisis” es utilizada hasta la saciedad y hay quien, incluso, la considera una bendición. Quizá por esta razón sí que sea necesario rescatarla: rescatarla de la manipulación y la demagogia. Incluso puede llegar a hacerse necesario que instalemos en nuestra cotidianeidad el mismo cartel que tuvo que colgar un carnicero en su establecimiento, harto, supongo, de ahogarse cada día en victimismos y desahucios de esperanza y buen humor. Decía su cartel: “Prohibido hablar de la cosa”

En este rescate vuelvo a echar mano de la ayuda que me ofrece la Gestalt. Si lo que buscamos para formarnos como personas completas es la integración de polaridades no podemos dejar de lado la gran polaridad paradójica del crecimiento y el aprendizaje. Aprender implica aceptar nuestra ignorancia, y, así, desde la ignorancia llegar al conocimiento y quizá a  la sabiduría. Si no hay duda, no hay certeza. De igual manera, crecer implica un doble aspecto igual de paradójico: caminar y caer. El niño no aprende a caminar, sin caminar y caer. “Caer” no es lo mejor ni lo necesario: es lo inevitable; es lo que es. Y “caer” nos conecta con la vulnerabilidad y la debilidad, que nos lleva a veces a pedir ayuda, y, a veces, a tomar un descanso. Todos sabemos, en mayor o menor medida, que avanzar también conlleva fracaso y error.

Este precio paradójico de la vida es bien cierto. Sin embargo, ¿quiere esto decir, acaso, que yo deseo que mis alumnos aprendan cometiendo errores, fracasando, cayendo o entrando en crisis? No. Yo prefiero que mis alumnos aprendan desde el amor. Así de claro. Y lo que deseo es que en sus vidas siempre tengan la oportunidad de aprender desde el amor. Pero, como hemos dicho antes, caer es inevitable ya que forma parte del proceso dialéctico del crecimiento.

Tampoco tengo ninguna intención de quitarles las crisis. ¿Cómo iba a poder hacerlo? ¿Cómo quitarles, parafraseando a la Real Academia, los cambios, las incertidumbres, los momentos clave, las escaseces y carestías, las pérdidas, las dificultades y complicaciones…? No es posible. Estaría negándoles su supervivencia y su crecimiento. Estaría negándoles su infancia y su adolescencia. Y, en última instancia, negándoles su propio nacimiento a la vida.

Sin duda, en la escuela, integramos la crisis en la vida. Y lo hacemos cada día, y cada año. Lo hacemos en 2012, que todos dicen que estamos en crisis, menos los chinos que comienzan el año del Dragón de Agua, que consideran símbolo de protección y prosperidad. Y lo llevamos haciendo año tras año (sea o no Año Internacional de la Crisis). Si no fuera así, ¿cómo iba a explicar a mis alumnos las estéticas literarias?, ¿cómo iban a comprender la historia de la literatura?, mejor ¿cómo iban a comprender la Historia? Y, ¿cómo podría hablarles de tránsitos vitales y de sentimientos cuando elaboran y leen textos líricos? Y, ¿cómo iban a entender los principios físicos? ¿Cómo, si no, iban a “creer” al profesor de física que les dice que “la abeja atrae a la tierra”?


La crisis no es buena ni mala. Es. Las personas nacemos, caemos, cometemos errores, vivimos, perdemos cosas, personas, oportunidades, pendientes, trenes…, crecemos, aprendemos, sobrevivimos, obedecemos, amamos, elegimos, somos y tenemos, nos olvidamos, nos perdemos, nos rendimos…  Y a cada paso siempre estamos expuestos y en contacto con la crisis: con los cambios (buscados o bruscos), con la incertidumbre, con los éxtasis, con las pérdidas, con la vulnerabilidad…
Ahora bien, lo que sí me encargo de dejar claro a mis alumnos es que toda elección tiene un precio.  Como explican los profesores de física “no toda acción implica un movimiento”. Aunque, sin duda, toda acción (o inacción) nos pasa una factura. Y todo avance conlleva una pérdida.


La Literatura es, a menudo, la terapia más adecuada para tomar conciencia de este hecho.

En cada momento de tránsito y de crisis tomamos decisiones que afectan nuestros procesos vitales. Sabemos que las crisis son inevitables y que forman parte de nuestra vida, pero las opciones y respuestas son elegidas y debemos tomar conciencia del precio que suponen. Hace poco leí una frase al respecto: “El cambio es inevitable; la transformación está en tus manos. Tú eliges”. Y hay momentos en los que estamos dispuestos a pagar precios muy altos por la opción elegida. Algunos poetas románticos, como es el caso de Espronceda, le pide a la vida que lo libre del sentimiento que le causa dolor, aunque el precio sea dejar de sentir placer.


“¡Oh!, cesa; no, yo no quiero
ver más, ni saber ya nada:
harta mi alma y postrada,
sólo anhela descansar.
En mí muera el sentimiento,
pues ya murió mi ventura,
ni el placer ni la tristura
vuelvan mi pecho a turbar.”

                                   “A Jarifa en una orgía”, José de Espronceda


Las personas podemos llegar a pagar precios muy altos por no sentir dolor o no entrar en contacto con nuestra vulnerabilidad. Incluso podemos optar por no rendirnos nunca para no sentir el dolor de saber que si no me cuido a mí misma nadie lo hará por mí; el dolor de renunciar a lo que he necesitado y no me han dado. He escuchado decir en alguna ocasión  a terapeutas infantiles que el dolor más profundo en los niños maltratados no es como se puede creer a simple vista el mismo hecho físico del maltrato o del abuso, sino su sentimiento de orfandad. ¿Quién pone precio al dolor? Aunque también es posible optar por quedarme sólo con el dolor como único vínculo que me une a la vida. De esta manera el poeta Garcilaso de la Vega, en el S. XVI, nos mostraba que el dolor que siente es lo único que conserva de su amada y quiere aferrarse a él:


“¡Ay, muerte arrebatada,
por ti me estoy quejando
al cielo y enojando
con importuno llanto al mundo todo!
El desigual dolor no sufre modo,
no me podrán quitar el dolorido
sentir si ya del todo
primero no me quitan el sentido”.

                                   “Égloga I”, Garcilaso de la Vega


A estas alturas ya tenemos claro que la crisis forma parte de nuestros procesos vitales. Es cierto. La crisis siempre está en nosotros. Lo que me pregunto es:   ¿cómo es que ahora somos nosotros los que estamos en la crisis? ¿Qué está sucediendo en nuestra sociedad para que dejemos de convivir con la crisis y pasemos a hundir la cabeza en ella?

Sí; es necesario y urgente rescatar la palabra “crisis” de la manipulación y la demagogia para colocarla en el lugar que le corresponde, para tomar conciencia de que la crisis forma parte de nuestras vidas, pero que nosotros no somos la crisis. En ocasiones les digo a mis alumnos una frase que leí a John Bradshaw: “Cometemos errores, pero no somos un error”.

El gobierno que nos representa toma decisiones en el cuadrante colectivo que le corresponde. Y nosotros, también como colectivo, podemos tomar decisiones desde ese mismo cuadrante.  Tomar decisiones, aunque yo no esté de acuerdo con ellas, no es lo demagógico, evidentemente. Lo demagógico es intentar transmitir la idea de que elegir no tiene precio. Lo absurdo es, sin aportar argumentaciones que lo rebatan, negar el tercer principio de la física, la tercera ley de Newton. Y negar, a la par, uno de los principios vitales que mantiene la Gestalt: el de la autorregulación organísmica, que se refiere a la capacidad que tiene el organismo para mantener el equilibrio, la capacidad que tiene para satisfacer las necesidades que lo mantienen en sano equilibrio.

Claro. Podría negar estos principios. Y otros. Quizá si fuera político o vendedor de crecepelo. Pero me dedico a la Enseñanza (¡mira qué desgracia!) y resulta que lo que digo y lo que hago tiene que ser más o menos coherente.  Tengo que explicar a mis alumnos que vivimos en una democracia, y que eso significa, entre otras cosas, que podemos elegir a quien elija por nosotros. Y cuando me digan que eso no les gusta mucho, yo les diré que tiene sus inconvenientes y sus ventajas, como casi todo. Les diré que lo bueno es que puede mantenernos en una inocencia perpetua que nos anula la responsabilidad y la culpa y nos protege de morir ahogados o suicidados en ella. Les diré que todo tiene un precio. Ése es el precio. No sé si adecuado o caro. Es un precio. Y les contaré la historia del Minotauro, de cómo cada uno de nosotros tiene en su interior su propio laberinto habitado por el monstruo, que cada siete años requiere el sacrificio de una joven virgen. Les contaré que a veces optamos por pagar este precio.

Pero, claro. Esto no será suficiente, porque me dedico a la Enseñanza (¡qué mala suerte!)  Y tendré que hablarles a mis alumnos de Ariadna,  y de su osada valentía para internarse en el laberinto en busca del temible monstruo… Y para entonces es hasta posible que el profesor de física les haya explicado las leyes de Newton, y los alumnos se hagan preguntas sobre qué fuerzas de rozamiento inciden en el movimiento de los cuerpos… No será suficiente si no quiero que el proceso de individuación cese en su movimiento…

Así que no me quedará más remedio que para seguir siendo coherente tome del monstruo la parte que me corresponde, y comience a tener más culpa y menos inocencia o menos inocencia y más libertad. ¡Ay! Dedicarse a la Enseñanza tiene este alto precio: el de mantener la coherencia. Si no fuera mi profesión podría pasarme el día despotricando del gobierno (tenga el color que tenga) y de la maldita crisis… pero… no puedo. No puedo empezar mi discurso con “En este país”…


“En este país… Esta es la frase que todos repetimos  a porfía, frase que sirve de clave para toda clase de explicaciones, cualquiera que sea la cosa que a nuestros ojos choque en mal sentido. ¿Qué quiere usted?, decimos, ¡en este país! Cualquier acontecimiento desagradable que nos suceda, creemos explicarle perfectamente con la frasecilla: ¡Cosas de este país! Que con vanidad pronunciamos y sin pudor alguno repetimos”.

                        Larra, “Este país” en La Revista Española, 30 de abril de 1833


Reconozco que hay momentos en los que me identifico más plenamente con otras palabras de este gran escritor romántico, que no deja nunca de sorprenderme con sus escritos donde creo que se dibuja con precisión el paradójico viaje humano por el filo de la navaja entre la creatividad y la autodestrucción. A veces, podemos sentirnos invadidos por ese sentimiento romántico de desconcierto,  decepción e indignación y pasearnos por la calles como lo hace Larra en su artículo “El día de difuntos de 1836”, encontrando que todo puede ser metáfora del cementerio.


“¡Santo cielo! También otro cementerio. Mi corazón no es más que otro sepulcro. ¿Qué dice? Leamos. ¿Quién ha muerto en él? ¡Espantoso letrero! ¡Aquí yace la esperanza!

¡Silencio, silencio!”

            El Español, 2 de noviembre de 1836


Sin lugar a dudas que les hablaré a mis alumnos del monstruo. De ninguna manera negaré su existencia; ni siquiera negaré que a menudo pagamos el precio del sacrificio. No obstante, como decía antes, también les hablaré a mis alumnos de Ariadna. Y procuraré que encuentren el hilo que los guíe en el laberinto. No juzgaré sus opciones. No valoraré si su elección es “mala” o “buena”. (¿Quién soy yo para ello?) No lo haré, para que mi actitud pueda servirles de ejemplo. Pero sí que les diré que toda elección tiene su precio. Y que no existe el crecimiento sin elecciones ni renuncias. (Sin olvidar que, a veces, una mancha tan sólo es una mancha).

Este año recién estrenado está siendo un año de decisiones. El gobierno que hemos decidido que elija por nosotros democráticamente lo ha hecho. Ha decidido otorgar la ofrenda al Minotauro. Es un precio. Yo tengo que decirles a mis alumnos que yo, como docente, formo parte de esa ofrenda, y que ellos, como alumnos, forman parte de esa ofrenda.  Como decía antes, no sé si es bueno o malo (al cuento del mes anterior me remito). Hay algunos manuales de salud que dicen que es recomendable pasar un poco de frío. Y este domingo pasado escuchaba en uno de los programas de “Redes” de Eduard Punset que “Comer menos” era la medida prioritaria que se aportaba para una vida saludable. Aunque es posible que estas medidas sólo tengan sentido en los países occidentales, claro (y no sé si por mucho tiempo). En fin. Podría entender que menoscabar el sistema educativo con todo lo que hay dentro es una medida “necesaria”. No lo entiendo; pero podría. Podría entender que se decidiera amputar las piernas a una persona como medida “necesaria” para salvarle la vida. Podría. No sé. Quizá no podría.  Pero no podría de ninguna manera negar que en esa elección se ha pagado un precio.

Los docentes estamos protagonizando manifestaciones y protestas, mostrando nuestra indignación. Y aquí hay respuestas de todos los colores. Ayer mismo, en la puerta del instituto donde nos manifestamos durante cinco minutos, un transeúnte nos dijo que éramos “deprimentes” y que “lo que tendría que hacer el gobierno es privatizarlo todo y así moveríamos el culo”. ¡Esto es sabiduría y no la del Dalai Lama! Si protesto porque en mi casa hay goteras, ¿cómo se puede invalidar mi protesta alegando que lo mejor sería que me tirasen la casa? Y si protesto porque en la casa de ese transeúnte hay goteras, ¿cómo no se da cuenta de que es su propia casa la que se está desvencijando?  

Voy a seguir manifestando mi ofensa y mi indignación. Voy a seguir hablándoles a mis alumnos de crisis y de ofrendas. Cuando me refiera al Minotauro ellos seguramente prefieran otros animales como el pato, por ejemplo, para hacer metáforas sobre su suerte; y cuando les hable de ciclos vitales quizá prefieran referirse a ellos con alusiones escatológicas no políticamente correctas. Son adolescentes. Es cierto que a veces quieren una vida regalada sin esfuerzo. (Los adultos también lo queremos).  No obstante, las personas que nos dedicamos a la docencia sabemos (de “saber” y de “sabor”) que lo que se quiere no siempre es lo que se necesita, y en ningún momento como en la adolescencia se necesita tomar contacto con los recursos que nos hacen sentirnos capaces. Y cuando me pregunten por qué me manifiesto, por qué protesto… yo les diré que más que POR qué, hay un PARA qué: estoy mostrando a mis alumnos (y a mí misma) con mi actitud no sólo un principio físico (toda acción tiene una reacción), sino un principio ético: toda decisión tiene unas consecuencias y tengo que plantearme ¿qué precio quiero pagar? o ¿qué precio me están haciendo pagar? “Ahorrar” en Educación: “ahorrar” en presupuestos, formación, personal; infravalorar y menospreciar la formación, la vocación y la experiencia… tiene un alto precio. Como escuchaba hace poco a un locutor de radio, el gobierno se ha empeñado en conseguir el déficit cero, y si se lo propone acabará también con el país.

A pesar de todo, como ya está claro, me dedico a la docencia (¡qué mala pata!), y además me he formado como terapeuta Gestalt (¡haber elegido muerte!), por lo que de todo este panorama elijo quedarme con el pensamiento lúcido, aunque paradójico, desde donde miraba la vida Larra, y desde donde nos invita a ser libres y tomar nuestras propias opciones. Nos invita a no caer en soluciones estereotipadas, y, desde una actitud anticipatoriamente guestáltica nos recuerda que toda decepción está sujeta a expectativas y nos invita a hacernos cargo de las nuestras, eso sí, desde una actitud de ácida y desengañada ironía.


“El segundo empleo que pretendía había sido dado a un hombre de más luces que él.
-                     ¡Cosas de España! – me repitió.
-                     Sí, porque en otras partes colocan a los necios –dije yo para mí.
Llevome enseguida a una librería, después de haberme confesado que había publicado un folleto, llevado del mal ejemplo. Preguntó cuántos ejemplares había vendido de su peregrino folleto, y el librero respondió:
-                     Ni uno.
-                     ¿Lo ve usted, Fígaro? – me dijo-: ¿Lo ve usted? En este país no se puede escribir. En España nada se vende; vegetamos en la ignorancia. En París hubiera vendido diez ediciones.
-                     Ciertamente – le contesté yo-, porque los hombres como usted venden en París sus ediciones.
En París no habrá libros malos que no se lean, ni autores necios que se mueran de hambre.”

(…)

“Olvidemos, lo repetimos, esa funesta expresión que contribuye a aumentar la injusta desconfianza que de nuestras propias fuerzas tenemos. Hagamos más favor o justicia a nuestro país, y creámosle capaz de esfuerzos y felicidades. Cumpla cada español con sus deberes de buen patricio, y en vez de alimentar nuestra inacción con la expresión de desaliento: ¡Cosas de España!, contribuya cada cual a las mejoras posibles. Entonces este país dejará de ser tan mal tratado de los extranjeros, a cuyo desprecio nada podemos oponer, si de él les damos nosotros el mismo vergonzoso ejemplo”.

                        “En este país”, La Revista Española, 30 de abril de 1833


Es una invitación a tomar partido, a la implicación, desde una mirada crítica, pero no destructiva, a uno mismo y a lo que le rodea. Es una elección vital que no desestima el crecimiento a pesar de ocuparse de la supervivencia. Ojalá las personas que hemos elegido para que elijan por nosotros, y nosotros mismos en nuestra consciencia, optáramos por atender nuestra supervivencia sin destruir nuestro crecimiento.


PARTICIPACIÓN


Podéis dar vuestra opinión y contarnos vuestras experiencias reivindicativas.

Comentarios

  1. Alicia ha escrito:
    23 febrero 2012
    Muy bien escrito y argumentado, no estoy segura que los directamente
    aludidos sean capaces de entenderlo. Problemas de "razonar y argumentar"

    ResponderEliminar
  2. Luis A. Novella ha escrito:
    19 febrero 2012
    ¡Gracias por dedicarte a la enseñanza!

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  3. Isabel Torres Ferrer ha escrito:
    17 febrero 2012
    ¡BRAVO, Mª ELENA!
    SIEMPRE ME HAN EMOCIONADO TUS PALABRAS; EN EL PASADO, CUANDO ERA TAN SÓLO UNA CRÍA Y EN EL PRESENTE, CUANDO YA SOY UNA ADULTA ME SIGUEN EMOCIONANDO.
    BRAVO.

    ResponderEliminar
  4. Raúl Martín López ha escrito:
    17 febrero 2012
    Me ha parecido una reflexión bastante interesante y me gusta sobre todo el final, que cada uno ponga su granito de arena para cambiar esto, pero aunque parezca radical y pesimista, esto sólo se puede cambiar con acción y no de la de "manos arriba esto es un atraco", ni con la tan elogiable como inerte actitud del movimiento 15M. Si pretenden que los que viven a nuestra costa con esa abundancia escandalosa, cambien su "superbienestar" por compartir con el resto de humanos unas cuantas de sus migajas, porque la gente acampe y grite las injusticias, ya pueden acostumbrarse a vivir y morir de acampada en acampada, sinceramente me parece más utópico que el mismísimo comunismo. Si nos fijamos en la historia siempre han habido imperios donde habían poderosos con sus ventajas derivadas del triunfo en la lucha y débiles con los perjuicios derivados de la derrota en la misma lucha. Hoy en día la lucha se ha perdido en los despachos de gobernantes y banqueros, unos por consentir y otros por dejarse llevar por la codicia del "superbienestar". Está claro que nos han tenido drogados durante mucho tiempo con todo lo que han encontrado en sus estudios de psicología de masas y lo han hecho muy bien porque, qué pocos se han levantado contra estas medidas que nos han impuesto los denominados "mercados", que cada día nos abocan más a la esclavitud y al yugo de los poderosos, no quiero que se me malinterprete yo no soy un guerrero, amo a la vida y nunca me ha gustado la violencia para resolver ningún problema en mi vida, pero seguramente habría mucha gente así cuando en la segunda Guerra Mundial los nazis estaban masacrando a media Europa, gente pacifica avocada a la lucha para la supervivencia. Tengo claro que nuestra situación no es exactamente la misma, porque aquí no hay ningún país que invada a otro, esto es mucho peor, hay una serie de lobbys con redes en todos los países y sin sede real (con lo cual no sabemos dónde atacar) que son los que dicen lo que tienen que hacer los gobernantes de todos los países y los que están provocando esta tan famosa CRISIS, que está llevando a la mismísima Europa a la hambruna y la desesperación como ya está sucediendo en Grecia. Sí es verdad que tenemos un ejemplo pacífico donde se ha resuelto la situación, Islandia, donde se han encarcelado a gobernantes y banqueros unidos de la mano. Pero ¿vosotros creéis que en
    nuestro país eso puede suceder? , os recuerdo que aquí en vez de condenar a los bancos les hemos salvado con nuestro dinero ganado con esfuerzo, no como hacen ellos que se enriquecen jugando con nuestro dinero (que por otra parte no existe como tal, nos quieren hacer ver, pero eso es tema de otro debate) y también os recuerdo que en este país los jueces han condenado antes al juez que debía juzgar a los corruptos que a los mismos corruptos que se van a salvar por juicio nulo. Por eso mi pensamiento ha llegado a que esto, sólo se puede cambiar con lucha, y aunque me tildéis de revolucionario pienso que hoy en día es la única manera de cambiar esto. Un abrazo a todos.

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